jueves, 8 de noviembre de 2012

El trabajo bien hecho

''Somos pobres y tenemos que saber vivir con esa pobreza”. Esta frase es de Porfi Fisac en febrero de 2011. Se refería al Blancos de Rueda Valladolid, equipo al que había clasificado para la Copa del Rey. Era la primera vez en la historia que el conjunto pucelano se metía en esa competición por méritos deportivos, ya que las dos ocasiones anteriores lo había hecho como organizador.

Porfi Fisac
En su segunda temporada en ACB tras el regreso de las catacumbas de la LEB, Blancos de Rueda Valladolid inició un proyecto basado en dos pilares fundamentales: la división de competencias ejecutivas entre un director deportivo y un director general; y, sobre todo, Porfi Fisac. El segoviano era (y es) un entrenador con carácter, de los que sube a las oficinas constantemente para quejarse de que una cosa no se ha hecho según su criterio porque, con los hechos en la mano, creía que era lo correcto. A la larga, el tiempo le ha dado la razón, al menos en Valladolid. Su fe en el equipo, en el bloque, en conformar un grupo sólido y sin fisuras era compartida por el responsable deportivo, Eduardo Pascual. Juntos diseñaron una plantilla, a priori, mucho peor que la del resto de los equipos ACB, aunque con bases muy asentadas en la liga.

Si nos ponemos a repasar rivales, por debajo de los vallisoletanos quedaron el Cajasol de Paul Davis, Kaloyan Ivanov, Calloway, Bullock o Kirksay, entre otros. También tuvo que mirar desde abajo a Blancos de Rueda un equipo como el CAI, que contaba entonces con Hettsheimeir, Quinteros, Cabezas o Barlow. Tampoco es tanto, pensarán. Pero es que en la primera vuelta, el equipo se clasifica para la Copa del Rey pasando por encima, literalmente, de Power Electronics Valencia o BIzkaia Bilbao Basket, además de ganar en Pisuerga a Real Madrid o Caja Laboral.

Todos estos datos no hacen sino confirmar que el trabajo bien hecho da resultados. Como ya señalamos anteriormente, Fisac y Pascual engranaron una serie de piezas, algunas desconocidas y otras poco fiables, que dieron como resultado un equipo para la historia. Con una rotación de 9-10 jugadores, los partidos de Blancos de Rueda no dejaban indiferente a nadie. Juego por encima del aro, defensa extenuante, rápidos contragolpes y una dosis de acierto exterior. Lo que desearían todos los entrenadores, vamos. Pues eso lo tenía Porfi.

No hay ningún jugador de aquella época que no reconozca la labor de Fisac como gran motivador, psicólogo, excelente estratega y cuyas carencias tácticas las suplía con un pundonor y una entrega, en partidos y entrenamientos, que contagiaba a toda la plantilla. A medida que avanzaba la temporada, la ciudad de Valladolid empezaba a situarse en el mapa baloncestístico nacional, y con ella, su entrenador.

Stephane Dumas
Pero el gran olvidado, el que acaparó menos focos (o ninguno) fue el director deportivo, Eduardo Pascual. Este ex jugador, que coincidió en cancha precisamente con Porfi Fisac en las filas de Palencia, ocupó el mismo cargo en Autocid Burgos antes de dar el salto a Valladolid. En el regreso de Blancos de Rueda a la ACB, Pascual sentó las bases de un proyecto que alcanzaría la sublimación en la temporada 2010/2011. La columna vertebral que formaban Steph Dumas, Fede Van Lacke, Eulis Báez y Lamont Barnes se vio complementada por grandes aciertos del director deportivo. Stanic, que venía de hacer una gran temporada en Obradoiro, supo ver qué necesitaba Fisac de él como segundo base y tuvo un papel destacadísimo en el equipo. Diego García, al que Eduardo Pascual conocía de Burgos, fue el revulsivo y el microondas en los partidos atascados. Jason Robinson, procedente de la LEB Oro, se destapó como un excelente defensor y un anotador fiable. Nacho Martín, emigrante vallisoletano a la cantera del Barça que volvió a su ciudad como un hijo pródigo y que dio muestras de lo que ofrecería en años sucesivos. Y Marcus Slaughter, pívot que apuntaba maneras pero al que Pascual convenció para que abandonara Francia y la posibilidad de jugar la Eurocup. Qué decir de Dumas, Van Lacke, Báez o Barnes. Carácter, experiencia, liderazgo y un sinfín de cualidades impagables para un equipo humilde como Blancos de Rueda.

No todo fue un camino de rosas. En abril se produjo la traumática salida de Lamont Barnes, clave para la no consecución final de los playoff. Fisac encubrió numerosos actos de indisciplina del pívot en aras de alcanzar un objetivo ambicioso e histórico. Pero el equipo no dio para más. Esa rotación tan justa que permitía mantener a todos los jugadores concentrados se antojó insuficiente al final de la liga. Pero el regusto de ese año, histórico en Valladolid, no debe quedar empañado por un final no tan álgido como pudiera haber sido.

Descubrir a jugadores en Francia o en la LEB, adivinar su potencial, saber adaptarlo a una dinámica concreta, a una liga tan exigente como la ACB, son consecuencias de un trabajo bien hecho. Ese trabajo que permitió a la afición del Pisuerga disfrutar como nunca antes había hecho del baloncesto.



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